Autor: Susana Lladó
Escribir en Internet, ¿coto vedado al intrusismo?
Leo casi a diario artículos relacionados con la redacción en Internet y también algunos de los comentarios que suscitan entre los lectores. Hacía tiempo que quería escribir mis propias reflexiones sobre el tema y, finalmente, ha sido un artículo de Kyle Wiens publicado en Harvard Business Review el que ha actuado como espoleta (la elección de la palabra no encierra ninguna intención incendiaria).
La postura (¿drástica?) de Kyle Wiens
En síntesis, lo que dice el autor es que nunca contrataría a una persona que no sepa escribir correctamente, aunque sus funciones dentro de la empresa no estén relacionadas con la redacción de textos para su posterior publicación. Wiens basa su argumentación en la idea de que una persona que es descuidada a la hora de redactar, lo será también en el ejercicio de su trabajo, sea este cual fuere, porque denota una falta de interés por aprender (sigue repitiendo los mismos errores que cuando aprendía a escribir en la escuela) y no le da valor a la importancia de los detalles (lo cual será extrapolable a cualquier actividad que realice en su trabajo). Sin duda, su posición es drástica y controvertida, tal como demuestran los cientos de comentarios a favor y en contra que ha provocado su artículo. Pero más allá de su actitud rígida y discutible, el tema de fondo nos enfrenta a cuestiones sobre las que merece la pena reflexionar; cuestiones que se plantean continuamente en los foros más o menos especializados en comunicación y marketing digital.
Estado de la cuestión
A nadie en su sano juicio se le ocurre intentar ejercer la medicina sin ser médico, construir un edificio sin haber estudiado arquitectura o presentarse para un puesto de químico sin serlo; sin embargo, en Internet escribe quien quiere, sea o no un profesional de la redacción, y tanto si hablamos de blogs “personales” como de webs de empresas. Todo aquel que visite habitualmente páginas web y blogs, sabrá que los “atentados” a la gramática son una constante.
No es ningún secreto que algunas compañías creen que la misma persona que ejerce cualquier otra función dentro de la empresa puede hacerse cargo de la comunicación: si los textos no están muy bien redactados, “no es tan grave”. Paralelamente, en nuestro país, hay actualmente unos 10.000 periodistas que están en situación de paro. Y si uno echa una ojeada a las ofertas de trabajo para redactores, verá que el mercado en este sector está reventado: las remuneraciones que se ofrecen son, mayoritaria y simplemente, vergonzosas.
Escribir en Internet: ¿coto vedado al intrusismo?
La pregunta es una provocación premeditada porque creo que plantea de manera errónea la cuestión. La historia de la literatura está repleta de escritores que nunca pasaron por los entonces inexistentes talleres de escritura, de la misma manera que el (buen) periodismo cuenta con numerosos profesionales que se formaron en otras disciplinas. Asimismo, realizar un sinfín de cursos de escritura no garantiza que uno aprenda a ser un buen escritor, del mismo modo que de las facultades de Periodismo (Ciencias de la Información) salen periodistas que redactan francamente mal; basta leer la prensa diaria para toparse con esta realidad. Quizá la cuestión sea que escribir bien depende de algo más que de haber recibido una cierta formación académica.
Entonces, ¿de qué depende escribir correctamente?

En mi opinión (dejando al margen la obviedad de que la formación ayuda), hay varios factores que hacen posible que una persona acabe por escribir correctamente:
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El amor por la escritura misma y la profesión o, si se quiere menos emocional, la voluntad de escribir bien. Cuando algo nos importa de verdad, nos esforzamos en su ejecución y no nos es indiferente el resultado; cuando no lo valoramos, lo descuidamos. Si disfrutamos escribiendo, no nos da pereza releer el texto, intentar mejorarlo, consultar el diccionario y el manual de estilo o buscar sinónimos.
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Haber leído mucho y seguir leyendo.
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Escribir con regularidad.
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El respeto hacia quien pueda leernos.
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No olvidarnos de a qué nos dedicamos: debería bastar pensar que hay alguien que ha decidido dedicar parte de su tiempo a “escucharnos” y que esa atención merece que le “hablemos” de la mejor manera posible para que realmente se establezca la comunicación, que de eso se trata. Para quien esta razón no sea suficiente, hay también argumentos puramente utilitaristas.
Argumentos puramente utilitaristas y economicistas para cuidar la redacción en Internet
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Las faltas de ortografía en los textos de una web obstaculizan su lectura.
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Un texto mal redactado, aunque no contenga faltas de ortografía, no proporciona una lectura fluida al usuario.
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Una mala redacción no logra el objetivo último para el que se ha redactado el texto: comunicarle una información al usuario.
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Si no somos capaces de comunicarnos con el usuario, este perderá el interés en lo que podamos ofrecerle.
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Si no despertamos el interés del usuario hacia nuestros productos y servicios, perdemos potenciales clientes…o incluso a los que ya son clientes.
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Una web mal redactada daña nuestra imagen corporativa.
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Los textos con faltas de ortografía ponen en entredicho la profesionalidad de una empresa, sea cual sea su actividad.
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Como consecuencia del punto anterior, el usuario desconfiará de usted.
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La desconfianza le hará saltar a los brazos de la competencia.
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Google, que sabe cómo cuidar de su empresa, ya no “perdona”: como quiere ofrecer a sus usuarios los mejores resultados en sus búsquedas, da prioridad a las webs que están mejor redactadas.
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Los nuevos algoritmos de Google Panda no distinguen el tamaño de su empresa, su criterio es el arriba mencionado. Este cambio está haciendo que empresas “fuertes” que hasta ahora aparecían en los primeros puestos en las búsquedas, se hayan visto relegadas a las últimas posiciones.
Datos, observaciones, reflexiones y conclusiones
En España, la mayoría de las empresas ya son conscientes de la importancia de estar en Internet con su web corporativa: según el último informe publicado por el Instituto de Estadística de Cataluña en febrero de este año, correspondiente a 2010-2011, un 65,3 % de las empresas (un 70,7 % en Cataluña) tiene web.
La presencia de las empresas en las redes sociales se incrementa cada año (según el «Primer estudio nacional sobre el uso de las redes sociales por parte de las pymes españolas», encargado por la Fundación Banesto y publicado este año, el 49,8 % de las pymes españolas ya está presente en las redes sociales).
Según este mismo estudio:
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uso más extendido de las plataformas es el de ofrecer los productos o servicios propios (73,6 %).
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El 58,4 % de las empresas utilizan personal interno especializado para gestionar sus redes, y un 5,3 %, una compañía externa experta.
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El 36,3 % de cuentas son gestionadas por trabajadores internos no especializados.
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Tenemos asumido el “qué”, pero todavía no el “cómo”: las empresas cada vez tienen más claro que Internet es una herramienta necesaria, pero todavía falta desarrollar e integrar cómo utilizarla: estar sin saber estar no ofrecerá los resultados buscados y puede ser contraproducente.
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¿Es siempre aconsejable tener un blog y estar en todas las redes sociales? ¿Con qué criterio se toman estas decisiones? ¿Disponen las empresas de los recursos adecuados para cuidar su presencia en tantas plataformas?
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Se está primando la cantidad sobre la calidad: el criterio de publicación parece ser “cuantos más artículos mejor”, aunque sea a costa de la calidad.
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Vemos mucha información repetida en la red y pocos contenidos originales. Y es que pensar para ponerse a escribir después, requiere tiempo (¿nos paramos a pensar adónde vamos con tanta prisa?).
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Publicamos webs y blogs para que nos lean, para comunicarnos con nuestros usuarios y convencerles de que nuestra cultura de empresa y nuestros productos y servicios constituyen la mejor repuesta a sus necesidades.
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La palabra escrita supone el 90 %, aproximadamente, del contenido de una web, démosle la importancia que merece.
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Seamos respetuosos con nuestros lectores ofreciéndoles textos cuidados y bien redactados. No se trata de pretender ganar el Pulitzer, y todos cometemos errores, pero hay unos mínimos que deberían cumplirse. Y son los responsables de las empresas los que deberían poner los medios adecuados para garantizarlos.
About The Author
Susana Lladó - Lladó Comunicación
Licenciada en Filosofía y máster en Publicidad y Marketing. Me dedico, como "freelance", a llevar la comunicación y el marketing digital de empresas.